El libro no existiría de no haber conocido al poeta inglés Paul Archer, que se cruzó en mi camino en 2015, cuando yo ni siquiera había escrito un solo verso y al que, un año después, reencontré en Sevilla. Allí descubrí por casualidad que era traductor y poeta. Él se interesó por lo que yo escribía y me animó a continuar poema tras poema, mes tras mes, año tras año.
Realmente yo no esperaba tener un volumen mínimo de poemas como para editar un libro, así que el hecho de que haya llegado a existir me parece realmente sorprendente.
Esta es una pequeña muestra, el poema que abre el libro:
Soy una diosa,
un trapo de limpiar el suelo,
una niña asomada a la ventana
esperando un milagro, un día nuevo.
Soy una diosa
alguien confuso, estropeado,
que no encuentra lo que busca,
que no sabe buscar,
que pierde el tiempo.
Soy una diosa,
una diosa en un altar manchado,
inútil, roto.
Una diosa que nadie ha venerado,
que no despierta fe ni sentimientos.
Una diosa mortal,
un trapo para limpiar el suelo.